domingo, 17 de febrero de 2008

¿Votar?

En Mundo Arcano gustamos de hablar sobre política o temas de actualidad y de interés general con cualquier persona que esté dispuesta o muestre interés. En periodos electorales siempre surge el mismo debate. “¿Votar? ¿Para qué?“ “Todos los partidos son iguales” “Mi voto no sirve de nada”.

Vamos a tratar de mostrar nuestra opinión a favor de la utilidad del voto.

Vivimos en un sistema donde la ley electoral está hecha para que haya bipartidismo alternante. Es más, la ley hace que uno de esos partidos salga beneficiado para poder crear un gobierno sólido. La proporcionalidad ha desaparecido e incluso se han puesto límites para entrar al reparto de escaños cuando por número de votos por escaño deberían tener alguno. Así mismo no vivimos una verdadera separación de poderes, unas únicas elecciones dirán quién será el poder legislativo (como ya hemos dicho un partido será beneficiado) que designará al poder ejecutivo (que será del partido beneficiado) y controlará al judicial. Y sobre este juego electoral estarán los partidos políticos poderosos que imponen las leyes que se van a votar, quién las va a defender, cuando se aprueban, cuando se ejecutan… Todo. Es decir, que el voto para lo único que sirve es para ver cuál de ésos partidos se va a llevar el gato al agua e imponer sus pensamientos. Los dos grandes partidos (por votos) de España son el PP y el PSOE, que tienen las mismas políticas con diferencias de matices.

Entonces, viendo que realmente el voto no sirve para nada ¿por qué deberíamos votar? En Mundo Arcano lo vemos claro. Mientras unos se saltan los derechos humanos y civiles a su antojo los otros lo hacen de forma mas pausada. En esa pausa, y en los matices entramos nosotros. Los disconformes.

El pensamiento neoconservador y neoliberal tiene una forma de ver el mundo totalmente antidemocrática. No creen que el pueblo pueda decidir por sí mismo su futuro, crear sus leyes, controlar sus intereses… Así dividen el mundo en castas o clases: Están los sabios que deciden cómo va a ser todo (para sus intereses económicos en el 100% de los casos, ya que hablamos de dueños de multinacionales no de Saramago y algún otro premio Novel), una clase intermedia que ejecuta sus deseos (la aristocracia o partidocracia) y el pueblo llano que es despojado de su poder. Por suerte gracias a las revoluciones democráticas se ha asimilado que el pueblo debe votar por lo que es impensable (esperemos) que las castas superiores nos lo impidan. Pero debemos tener los ojos abiertos, no debemos dejar que nuestro voto acabe sin valor o incluso renunciar a él porque así le habremos dado en bandeja la victoria. Estaríamos de nuevo en la época de reyes y vasallos, de esclavos. La democracia habría desaparecido.

En el espacio en que nos dejan trabajar debemos actuar con valor. Por un lado debemos estructurar una base social, un tejido civil donde se asienten los valores democráticos. Debemos socializar el conocimiento y las ideas. Debemos entender que la educación obligatoria, gratuita y de calidad no es un derecho al que podemos acceder, es una obligación de los estados para con los ciudadanos. De igual modo una sanidad pública, una vivienda digna, una democracia directa y participativa y unas reglas estatales básicas (modelo de estado, autodeterminación, laicidad…) son cosas que debemos aceptar como inviolables y que debemos reclamar con ímpetu.

Hay gente que ya trabaja socialmente, generado ese entramado, pero también renuncia a su voto. Al menos éstos no caen en el aburguesamiento, conformismo estúpido, o como quiera denominarse al hecho de decir que lo que hay le vale porque vive bien y cierra los ojos a los demás.

Pero con eso no se termina de hacer democracia. Ya lo decían algunos teóricos siglos atrás, aparte de la revolución social y cívica hace falta un movimiento político que los plasme en leyes y no permita que otros políticos acaben con el sentir popular. El movimiento político debe incrustarse en el sistema e irá creciendo a medida que el entramado avance, pero no sólo así, sino que también irá haciendo que las posturas más contrarias vayan perdiendo poder de convocatoria. Así el voto irá pasando desde los enemigos de la democracia, a otros menos radicales, a otros moderados hasta acabar en las filas del pueblo.

Cualquiera que lea esto puede pensar en utopías o exceso de ingenuidad, pero no lo es. Con el apoyo generando una base social de todos los disconformes y con el trabajo político de otros se puede conseguir cualquier cosa. Pero es necesaria la implicación de todos, creer en los sueños del pueblo. Hay gente preparada para trabajar activamente en las calles dando a conocer las causas, otros en los colegios dando cultura (que recuerdos de los años en que Machado o Lorca enseñaban al pueblo…), otros representando las ideas en los parlamentos o ayuntamientos y otros, los más, apoyando con su voto, con su voz, con su presencia, con su firma, de cualquier forma, la revolución cívica. Y no penséis que la revolución es violencia y muerte como nos quieren hacer creer los partidócratas. La revolución es el cambio, es la democracia.

Por todo ello el voto es necesario. Para los más disconformes para empezar a trabajar en el sueño, y para los menos disconformes para no caer en la trampa de los antidemócratas.

Yo iré a votar y votaré porque aunque aún no hay entramado social, que se está gestando, ni hay representantes políticos, que están ocultos o amordazados, con mi voto quiero ampliar los espacios de movimiento para todas esas personas que se preocupan más por el bien común que por sí mismo.

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